domingo, 19 de julio de 2009

Fahrenheit 451

Hace unos días terminé de leer Fahrenheit 451, de Ray Bradbury. La novela, publicada en 1953, trata sobre una sociedad futura en la que la lectura de libros ha sido prohibida, argumentando que leer hace que las personas sean concientes de todo lo que significa la condición humana: amor, odio, pasión, cuestionamiento, confrontamiento, ambigüedad, sosobra, curiosidad, etc. Es decir, los libros han sido prohibidos porque llevan a la infelicidad. Los seres humanos de esta sociedad están constantemente expuestos a estímulos visuales y sonoros (televisores gigantes que abarcan varias paredes y receptores de radio pequeños en las orejas, que tienen prendidos permanentemente). ¿Les parece familiar? Y son violentos: los niños se matan unos a otros sin sentir culpa y los padres tienen miedo de ellos. Cualquier invitación al pensamiento ha sido suprimida: no hay jardines ni mecedoras en las casas, y las facultades de artes, letras y ciencias (excepto la necesaria para el desarrollo tecnológico) fueron clausuradas hace décadas.


Curiosamente, el rechazo a los libros y cualquier incitación al pensamiento no fue iniciado por el gobierno, sino por el pueblo. Pensar no contribuía a su felicidad inmediata y la "búsqueda de la felicidad" perdió brillo frente a la posibilidad de una existencia continuamente provista de estímulos para ni siquiera recordar qué significa la infelicidad. El gobierno simplemente actuó según el deseo de la mayoría. Esta es una diferencia clave con las novelas acerca de distopías (utopías que parecen, pero no son), donde el "condicionamiento" para ser feliz nace del gobierno, no del pueblo.

El título del libro se refiere a la temperatura a la que un libro entra en combustión, 451 ºF, y al número de la compañía de "bomberos" a la que pertenece el protagonista de la novela. Son "bomberos" y no bomberos porque su trabajo no es apagar incendios, sino empezarlos. Y no cualquier incendio, sino quemas públicas de los libros prohibidos: Shakespare, Russell, la Biblia..., como lo hicieron en su época los Nazis.


Curiosamente, el mismo Fahrenheit 451 ha sido censurado muchas veces desde su publicación. Sobre esto, al margen de lo genial de la novela, los comentarios finales de Bradbury muestran una pasión impresionante por los libros y eso me llamó la atención. En el coda de la edición que leí (edición Del Rey, 50 aniversario), hay un comentario contra todos los grupos minoritarios que le han escrito a lo largo de los años, pidiendo que modifique su novela porque no se ven representados en ella. Bradbury responde:

"[...] For it is a mad world and it will get madder if we allow the minorities, be they dwarf or giant, orangutan or dolphin, nuclear-head or water-conversationalist, pro-computerologist or Neo-Luddite, simpleton or sage, to interfere with aesthetics. The real world is the playing ground for each and every group, to make or unmake laws. But the tip of the nose of my book or stories or poems is where their rights end and my territorial imperatives begin, run and rule. If Mormons do not like my plays, let them write their own. If the Irish hate my Dublin stories, let them rent typewriters. If teachers and grammar school editors find my jawbreaker sentences shatter their mushmilk teeth, let them eat stale cake dunked in weak tea of their own ungodly manufacture."

Fuerte, ¿no? Bradbury es un tipo que escribió su novela en el sótano de una biblioteca pública, alquilando máquinas de escribir por 10 centavos cada media hora. Así que cuando alguien critica su libro, no por sus ideas, sino porque le parece que no tomó en cuenta el punto de vista o la simple existencia del particular grupo al que pertenece, Bradbury ataca. Termina el comentario con esto:

"All you umpires, back to the bleachers. Referees, hit the showers. It's my game. I pitch, I hit, I catch. I run the bases. At sunset, I've won or lost. At sunrise, I'm out again, giving it the old try.

And no one can help me. Not even you."

El libro es muy, muy bueno y lo recomiendo fuertemente. Si han leído a Huxley (Brave New World), a Atwood (The Handmaid's Tale), a Orwell, les va a interesar. Todos los que critiquen a los medios por transmitir basura, van a encontrar eco en este libro. Y todos los que crean que no hay solución alguna, tal vez algo de esperanza.

domingo, 5 de julio de 2009

Diez cosas que hacer en Fermilab cuando no se tiene carro

Desde hace casi un mes me encuentro en Fermilab (nombre completo: Fermi National Accelerator Laboratory), en Batavia, cerca de Chicago, EE.UU., hogar del Tevatron, que es uno de los dos grandes aceleradores de partículas (el otro, CERN, está en Suiza), donde dos haces de partículas (en el Tevatron, protones) chocan uno contra el otro y crean un montón de desperdicios que los físicos analizan en búsqueda de cosas interesantes. (Osea, como diría Joel, una de esas máquinas que diseñamos de cuando en cuando para ver si se destruye el mundo.)

Voy a estar aquí en una estancia de casi cinco meses en el Departamento de Teoría, en lo que espero serán los últimos meses antes de comenzar el doctorado. Fermilab, por supuesto, es mostro: desde la arquitectura (ver foto del edificio principal: el Depto. de Teoría está en el tercer piso) se le presenta a uno como un sitio interesante. Algunos de los mejores teóricos en física de partículas tienen sus oficinas aquí, así que es un gran sitio donde trabajar.

Ahora, un detalle: Fermilab está en medio del campo. Literalmente, los caminos cortan por el bosque y a veces los autos tienen que detenerse porque un grupo de patos o un coyote están cruzando la carretera. Sí, muy bonito el contacto este con la naturaleza. ¿Mencioné que se necesita auto hasta para llegar desde la villa de investigadores (donde me alojo) al edificio principal? (Hay un servicio interno de taxi, que funciona hasta las 4:30 p.m. de lunes a viernes, pero después, cada uno por su cuenta.) ¿O que no hay transporte público desde Fermilab hacia ningún sitio o desde cualquier sitio hacia Fermilab, lo cual significa que las visitas al cine, librerías y cafés en el pueblo más cercano son escasas a menos que haya auto? En esta situación, y habiendo totalizado, hasta el momento, únicamente dos temerarias excursiones al Walmart más cercano para hacer compras (gracias por el aventón, Roger) uno se las tiene que ingeniar rápidamente e improvisar mecanismos de adaptación ante circunstancias de confinamiento. En otras palabras, ingeniarse soluciones a la pregunta que le hice a mi compañero de oficina el día que llegúe: ¿qué hace uno aquí para sobrevivir?

Aquí una lista de las diez cosas que hacer en Fermilab cuando no se tiene carro:

1. Trabajar. Esto involucra tanto la chamba a papel y lápiz y computadora, como las conversacion por Skype con el jefe en Lima.

2. Trabajar un poco más, hasta llegar a niveles insospechados de multitasking. A veces ya me da cargo de conciencia dormir, porque eso significa hacer una sola cosa.

3. Leer. De todo. Desde Molière, pasando por la historia de la renormalizacion, un recuento de la supernova de 1987, hasta 100 Bullets y Fables (ambas buenísimas, aunque me inclino por la primera).

4. Estudiar teoría cuántica de campos. Simplemente, porque nunca es suficiente. (Sí pues, advertí que no había muchas cosas que hacer sin carro.) (Para los no-físicos, este es el formalismo sobre el que se basa la descripción más fundamental de ... bueno, de casi todo lo que sabemos de la naturaleza.)

5. Lavar la ropa los domingos. Esto requiere de un delicado y concienzudo proceso de acumulacion de monedas de 25 centavos (quarters, para los nacionales) para las lavadoras durante toda la semana porque es más que probable que la máquina dispensadora de monedas del edificio de lavandería no funcione justo cuando vaya a lavar mi ropa.

6. Ir a seminarios experimentales después de tomar tanto café que la sangre seguramente toma un color marrón y aún así tener problemas para quedarse despierto.

7. Tomar café. (O lo que pasa como café por aquí.)

8. Terminar de ver alguna serie en la que me quedé a la mitad (e.g. Scrubs, 24). También vale ver alguna película rippeada en Internet. Hay que darle uso al ancho de banda de Fermilab, ¿no?

9. Ir al supermercado para abastecerme de víveres, porque hay que comer y porque también vale la pena recordar de vez en cuando que hay más mundo fuera de aquí. Afortunadamente, mi compañero de oficina me jala al Walmart más cercano.

10. Hacer listas, principalmente, de las cosas pendientes para cada día, y sentir la austera satisfacción de poner una marca de "completado" junto a cada tarea. Nada como una buena neurosis para pasar el tiempo.

Así pues, la visita a Fermilab está resultando ser, en parte, una prueba de resistencia y un reto a la capacidad de inventar cosas que hacer. Todo bien, por ahora, pero si algún día me quedo sin wifi, probablemente termine conversando con las ardillas. O con los coyetes, si se cruzan por la pista.